A jugar, ya. A jugar, todos.

Terminaron los Juegos Olímpicos del CIC.
 Fue una experiencia genial y reconfortante para todos.
Cuando jugamos estamos haciendo algo natural y relevante para  todas las etapas de la vida. Jugar es una de las actividades humanas más importantes.

En los niños representa una necesidad vital indispensable para el desarrollo. No solo cuenta el placer de jugar por jugar, sino que intervienen otros factores que le dan significado al juego, especialmente los aspectos sociales, simbólicos e intelectuales; la capacidad comunicativa, la emocional y la motriz.
Los niños establecen relación con el mundo mientras juegan, a la vez que se expresan y facilitan el acercamiento a su mundo interior. Este aspecto del juego lo hace especialmente importante para el campo profesional diagnóstico y terapéutico.

A medida que los niños crecen y juegan pueden crear universos enteros, construir su subjetividad, conocer el mundo, relacionarse con otros, experimentar procesos internos que podrán ser tanto placenteros como dolorosos. El juego reafirma la personalidad.
Estas experiencias lúdicas y creativas modelan artísticamente las futuras posibilidades adultas, desde lo laboral hasta la vida personal y familiar.

Los adultos conservamos la idea de que jugar es una actividad más dentro del repertorio conductual y necesitamos jugar de vez en cuando en busca de distracción, diversión, emoción e incluso aprendizaje. No obstante, muchas veces resulta un problema cuando una actividad inocente llega a convertirse en una patología o cuando la dependencia psicológica y los efectos perjudiciales surgen como auténtica adicción conductual. Para evitar esto es importante asociar las actividades lúdicas con momentos únicos y compartidos como lo son las vivencias educativas capaces de valorar las distintas conductas ante los juegos, donde la simple diversión valora la destreza o el ingenio aplicado para superar dificultades, o donde recreación y docencia concluyen como las opciones más sensatas para prevenir potenciales vicios o pasiones desenfrenadas.

El juego de por sí promueve un vínculo de afecto que transforma el estímulo en una respuesta adecuada. Consolida y afianza las interrelaciones sociales, disminuye las diferencias ideológicas o culturales. Asimismo, es un medio útil para enseñar a tolerar lo adverso, fomentar el equilibrio emocional y el fortalecimiento del espíritu.

Enseñar a través de juegos y diversiones es hacerlo de manera simple y efectiva, con el fin de fomentar una convivencia razonable, con alto contenido afectivo y con la posibilidad de confortables encuentros a cualquier edad de la vida.

Jugar es una actitud vital; una manera concreta de abordar la vida: libre, placentera y gratuita. Nos identifica como personas y define. Nuestro cerebro aprende nuevas maneras o modos posibles de hacer las cosas.

¡Recuperemos la capacidad de jugar!

¡Jugar nos permite compartir y aprender con los otros!