El juego centralizador ocurre durante un tiempo de la jornada escolar y uno de los propósitos
es indagar qué conocimientos tienen los niños acerca de un determinado
contexto: el rincón del almacén, el del médico, la oficina, etc., a la vez que
se presentan problemas a resolver y acciones a realizar relacionados con ese
contexto. Los chicos de la sala de cinco trabajan alrededor de un mismo eje, asumiendo
roles complementarios entre sí. Ellos eligen libremente a qué rincón o sector
de juego van jugar.
En cada rincón
se desarrollan diferentes actividades que promueven aprendizajes diversos; el
espacio, la coordinación y la tridimensión (en construcciones); la composición de imágenes, la expresión (en plástica); la producción y la lectura (biblioteca); expresión gestual y habla,
comunicación (dramatizaciones);
exploración, observación, relaciones (ciencias);
resolución de problemas, respeto a las reglas y turnos (en juegos de mesa).
«Las actividades
se deben presentar organizadas y articuladas en el tiempo de manera coherente,
para lo cual deben formar parte de una secuencia o de un itinerario didáctico
con el fin de concretar una propuesta de aprendizaje (…) cada actividad se
engarza con otra, y en su conjunto permiten diferentes modos de aproximación a
los contenidos propuestos, a la vez que favorecen que los alumnos complejicen,
profundicen y enriquezcan sus conocimientos” [1]