Dentro del Proyecto Bicentenario, los chicos del Segundo A escucharon el relato “Josefina está cansada”. Trabajaron especialmente acerca del cuidado del agua y de los antiguos hábitos sociales. Éstos son algunos de los dibujos que hicieron a partir de esa historia de lavanderas en el Buenos Aires colonial, en la antigua ribera del Río de la Plata.
Soy Josefina, estoy muy cansada, ¿les cuento
por qué? Recién llegué del río, la
señora me mandó y no tuve más remedio que ir. Es bastante lejos, en la ribera,
el norte y sur del Fuerte, esto que les cuento es importante pero lo más
importante que aún no les conté es que tengo que ir caminando, cuadra por
cuadra y sobre mi cabeza cargo el atado de ropa, ¡ojo que no dije atadito!, es
un atado grande muy grande, la familia es numerosa: la amita, el amo, sus seis
hijos y por supuesto también llevo mi ropa. ¡Cuánto trabajo! La golpeo sobre
las piedras, le pongo jabón hecho de cenizas y hierbas, la enjuago bien y la
dejo secar en la orilla del río, por eso tardo tanto en regresar a la casa y
también por eso es que estoy tan cansada. Y hoy para colmo no fue un día fácil
para mí ni para todas las lavanderas porque no estoy sola en el río, somos
muchas, todas trabajamos todo el tiempo, pero te cuento que también nos hacemos
un ratito para cantar y hablar de nuestras cosas, a veces se hace ¡Un barullo
bárbaro! ¡Hablamos todas juntas y hasta tenemos que gritar para entendernos! —Realmente
eso no deberíamos hacer— y lo peor es que los vecinos se quejan por el
batifondo… ¡Pero de cuantos chismes me entero!
No sólo los vecinos se quejan por el barullo
sino también porque al lavar la ropa en el río dejamos las aguas teñidas de
espuma y suciedad y, ¿saben cuál es el problema? Que muchos aguateros que
venden en la ciudad el agua que utiliza la gente, la recogen de aquí ¡Sí, del
río! ¡Del río! —como escuchas—. No todas las
casas de familia tienen aljibe para juntar el agua de lluvia más pura y limpia
—por suerte en la casa de mi amita hay un aljibe— y, ¿sabes qué hay en el
fondo? ¡Una tortuga! ¡Sí, una tortuga, como escuchas! Para que limpie el agua.
Y bueno, se quejan, se quejan, pero, ¿dónde vamos a lavar la ropa? ¿Dónde?
Nosotras, las lavanderas, también nos
quejamos, pero no nos escuchan, no porque no gritemos… les cuento que muchos chicos que viven cerca
de la costa son nuestros peores enemigos, los muy sinvergüenzas para divertirse
cuando estamos entretenidas conversando de nuestras cositas como les conté ¡Nos
mezclan la ropa, la esconden y a veces hasta la roban! Cuando nos damos cuenta
empezamos a correr y a correr a los muy pillos y creo que por esto que les
conté, es que también estoy tan pero tan cansada… (Prof. Griselda Mariel De
la Iglesia)